Prosigue la cacería gubernamental tras la cuarta condena en poco más de un mes contra luchadores por la democracia y los derechos de las personas en China. Esta vez le ha tocado pasar por caja a Zhu Yufu, veterano disidente de las políticas totalitarias del Partido Comunista chino, que ha visto como esta vez le caían siete años a la sombra. Las razones, las de siempre: incitar a la subversión por la publicación de un poema alentando a las gentes a luchar por la democracia. Otros textos en internet con su firma también le han valido el reconocimiento del juez del Partido.
Esta será la tercera pena carcelaria que cumplirá Zhu Yufu en los últimos doce años, tras la primera –que duró desde 1999 al 2.006- y la anterior –entre el 2007 y el 2009-. Que por lo visto las privaciones de libertad no son un fastidio para este dignísimo luchador por los derechos vitales. Ahora bien, ¿realmente quién es el que incita a la subversión contra el gobierno?
A Zhu Yufu lo conocen tres gatos y dos son extranjeros y el otro es policía. Prácticamente nadie tiene acceso a sus textos siquiera a sus manifestaciones como prácticamente nadie en todo el país sabe quién es Liu Xiaobo o qué significa el Premio Nobel de la Paz. En China, un país que lleva décadas siendo guisado a fuego lento por unos cocineros con machete, el pueblo no se entera de absolutamente nada. O mejor dicho: se entera de sólo lo que les cuentan a través de la caja tonta, de los diarios absurdos y del chivato de turno. Que debe saberse que las poesías de ese señor nadie las lee. Y si alguien lo hiciera por alguna casualidad no llegaría a entender ese supuesto mensaje subversivo.
Por ello, los que de verdad incitan a la subversión contra el gobierno son los propios gobernantes con sus leyes absurdas, sus persecuciones por motivos políticos y sus encarcelaciones sin juicio justo. Porque qué duele más: ¿pedir democracia o que te metan otra vez en la cárcel?
La calamitosa política de derechos humanos en China –contrapuesta a su exitoso crecimiento económico- sigue siendo aplaudida por el inmenso cuerpo diplomático que asola cada rincón de Sanlitun. Para engrandecer sus silencios, los periodistas –casi todos- escupen renglones premeditados en donde miden hasta la respiración. Y para terminar de ajusticiar a las libertades y apoyar a esa calaña de dictadores, el resto de países del mundo, para no entorpecer el negocio resultante, callan como cierra el pico el pájaro que no canta.
Desconozco si alguna vez la historia de la humanidad dará mayores oportunidades a diplomáticos, periodistas y gobiernos para denunciar los actos antihumanos de un gobierno, en este caso el chino. Pero lo que es a día de hoy nadie es capaz de dignificar sus empleos además de darse una ducha de orgullo.
Zhu Yufu es un grano más de los cientos de sacos de la reciente historia china donde se agolpan detenidos, desaparecidos, ejecutados, chantajeados, extorsionados, secuestrados y encarcelados. Y parece mentira que a estas alturas de nuestra educación demócrata pasemos por alto semejantes atrocidades.
El miedo no se elige. Pero las concubinas, la residencia y el chofer sí. Que si China estuviera llena de señoras chaparritas, con bigote, jersey de lana y mellas dentales, hoy las denuncias tomarían un tono más agresivo. Porque está claro, muy claro, que entre las necesidades primarias de un hombre no está el partirse la cara por el injustamente aplastado. Siquiera la subversión.
@JoaquinCamposR (Twitter)